Hasta el último minuto
-Maruja, no te escucho nada bien –aseguró
Rafael, mientras el arcaico teléfono hacía ruidos que impedían entenderse-. Te
decía que he sabido por casualidad que tu nombre figura en una lista negra como
si fueras una delincuente. No me gustó nada el asunto, corres peligro.
-Ya, las líneas están saturadas y se acoplan
continuamente. No te preocupes por mí. Llamo para despedirme. Debo abandonar mi
tierra, lo sé, tengo un contacto en el Ministerio del Interior que me ha
avisado. Lo haré mañana temprano. Las maletas están preparadas para salir de
urgencia. En realidad llevan hechas unos días, pues la situación se está
agravando a ojos vista. Lo esperaba.
-¿A dónde irás?
-Creo que están preparando una ruta alternativa
por los montes de Orense para salir hacia Portugal, pero no puedo darte más
datos, es mejor que no sepas nada. No quiero pensar que pudieran estar
escuchando esta conversación.
-No lo creo, tranquilízate, pero es mejor que no
pierdas el tiempo. Sal de ahí cuanto antes. La guerra es ya un hecho imparable
y las detenciones no es que sean inminentes, ya han comenzado.
-Me va a costar alejarme de mi tierra mientras
los usurpadores del poder permanecen aquí destruyéndolo todo y a todos. No hay
derecho.
-No dispones de más opciones si quieres librarte
de la cárcel, están empezando a detener a todo el mundo que no responda o no se
pliegue a sus postulados. Y en la cárcel no suelen estar mucho tiempo cuando se
ratifica la tendencia a la izquierda de los sospechosos.
-Los asesinan. Ya. No quiero morir, amigo poeta.
No todavía. Aun tengo mucho que pintar. Dime que todo va a ir bien, necesito
oírlo.
-Todo irá bien, querida amiga, ánimo. Te espero
aquí, en Nueva York. Podrás exponer. Yo me ocuparé de todo.
-Antes paso por Buenos Aires, se han llevado
casi todos los cuadros ya para exponer allí, en realidad en este piso no quedan
más que un par de sillas viejas y un camastro. Permaneceré allí unos meses y
luego iré a verte. Ya charlaremos de esa exposición. No estaría mal.
-Ten mucho cuidado, Maruja. No quiero que tu
talento se pierda por una mala caída o algún imprevisto.
-No te preocupes, seré cauta. Tengo que colgar.
Salgo de aquí a pasar la noche en otro sitio, no quiero ser rastreada.
-Haces bien, buen viaje, cara amiga. Un abrazo. Te espero.
-Adiós
querido, adiós, adiós.
Maruja
y Rafael colgaron ambos al mismo tiempo. Cuidaban de esta amistad desde hacía demasiado
tiempo para perderla por un cambio de régimen que ninguno de los dos aprobaba.
Hay asuntos que valen más que eso. Él, afamado poeta que entonces no se
encontraba demasiado bien ni de dinero ni de salud, lo que le llevaba a deprimirse
con facilidad, de apellido Alberti. Y ella, una pintora reconocida en el mundo,
pero desconocida en España, que apenas llenaría una pequeña reseña en los libros
de historia, pero cuya obra fue muy valorada dentro del surrealismo. Su nombre:
Maruja Mallo.
Se movía en el círculo de colegas como Picasso, Magritte, Miró… o
poetas como Breton o Alberti, al que le unió una larga amistad. Triunfó en
países como Francia, Argentina, Estados Unidos o Reino Unido. Aquí no olvidamos
jamás nuestro carácter cainita hacia todo lo español, y más proviniendo de
mujer y además de izquierdas, y no se le reconocieron sus méritos artísticos hasta
muchos años después, poco antes de su muerte acaecida en 1995.
De
justicia es revisitarla y traerla al presente. Va por ella.