ENTRE
LAS RUINAS
Tras el bombardeo, la ciudad se quedó extrañamente muda. A lo lejos se veían
columnas de humo que, como volutas procedentes de enormes cigarros que nadie
estaba fumando, se elevaban hacia las alturas para diluirse en el espacio.
El
aspecto de la ciudad era devastador. Antes, sus numerosas calles flanqueadas
por bellos edificios art-decó
destacaban en cientos de guías turísticas impresas de todo el mundo, pero que
en apenas unas horas se habían venido abajo, y ya no quedaban más que ingentes
moles de piedra derrumbadas, restos de arte decadente que no tendrían
continuidad, más que en la propia memoria de los supervivientes.
Y
esa era la cuestión. Recorrí cientos de metros desde mi derruida casa para
intentar recuperar el contacto con mi familia y amigos, pero en el lapso de
tiempo que utilicé en buscarlos, no me crucé con nadie. Ni un alma, ni un
herido, ni un cadáver que ilustrase el horror vivido pocos momentos antes.
Estaba sola, y, en efecto nunca antes había yo experimentado tal sensación en
medio de la calle de una gran ciudad. Una sensación que sobrecogía.
Avancé,
y pude vislumbrar cerca un edificio que me era muy familiar: era el Centro de
Asuntos Sociales del barrio, en el cual yo trabajaba llevando el tema
administrativo. Apreté el paso: tal vez allí encontrase a alguien con quien
aliarme para buscar a los nuestros. Llegué a la puerta, que estaba abierta,
aunque se podía acceder al edificio a través de los muros caídos. El edificio
carecía de techumbre, los cascotes estaban por todas partes, y, sin pensarlo
dos veces, entré.
Y
allí estaba él. Mi él. Mi compañero
de años. Corrimos el uno a los brazos del otro, y nos fundimos en un
interminable beso, sobre el sofá cubierto de polvo que aún permanecía en el
centro de la sala deespera, y ese beso consiguió que, por unos instantes,
olvidásemosque nos rodeaba la muerte y la devastación, y que, al
reencontrarnos, el futuro era posible.
Aquel sofá significaba esperanza.
Para todos aquellos que por causa de
la guerra lo han perdido todo excepto su dignidad y
la esperanza de seguir viviendo.
Bueno, gracias por tus palabras, aunque más que artículos son cuentos, pura invención. Tendré en cuenta tu sugerencia, muchas gracias.
ResponderEliminar