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jueves, 7 de julio de 2016

La ilusión se llama Salvador





La ilusión se llama Salvador


En alguna capital populosa de la Tierra
2022


La abuela, una mujer todavía de aspecto joven y bien parecida, salió del colegio del niño, de tener una reunión con la tutora del chaval, que cursaba el primer año de primaria. Salvi era un niño bueno, aunque en el colegio a veces protagonizaba algunas travesuras, no más ni menos que otros niños, pero aquel día le tocó a la abuela ir a hablar sobre cómo llevar bien las travesuras de los niños tan pequeños, educarlos en el orden y en la serenidad que se necesitan para que el aprendizaje sea completo, y que ciertas actitudes no se transformen en un aluvión de problemas pasado el tiempo. Pues bien, la última de Salvi fue poner pegamento de contacto en los borradores de la pizarra de clase, de tal forma que no se podían levantar una vez pegados.

La abuela llevaba al niño de la mano, camino de casa. Pararon en una tienda de helados y le compró uno, pero no se lo dio hasta llegar a casa, esperando a que merendase primero, y sentado, escuchase lo que la abuela quería decirle.
-Salvi, querido. Ya eres mayor, tienes casi seis años, y por tanto ha llegado la hora que sepas algunas cosas que nunca te contamos. Hoy fuiste travieso, y podías haber disgustado a tus papás. Y tus papás no se merecen eso. Ven, siéntate y escucha.
-Sí, abu. ¿No me reñirás?
-No, solo te contaré cosas que no sabes. Estate tranquilo. Verás. Desde que tus papás se conocieron, siempre quisieron tener un nene como tú.
-Y bueno, vine.
-No es tan sencillo. Ellos querían ser papás, pero no venías. Lo intentaron, el cielo bien lo sabe, pero no estabas en los planes de Dios o de quien tenga a bien controlar estas cosas. Cuando vieron que te retrasabas fueron al doctor.
-¿Para qué, abu?
-Para que ayudase a quedarse embarazada a tu mamá con algún tratamiento que la estimulase y así lograr que vinieses. Lo intentaron con ayuda del doctor muchas veces durante años. Una vez tu mamá se quedó embarazada tras uno de esos tratamientos.
-¿Y entonces llegué yo?

-Pues no. El embarazo ocurrió donde no debía y el niño no maduró, lo perdió. Lloraron mucho tus papás. Entonces, cuando comprendieron que por medios naturales no venías, pensaron en adoptar un nene sin papás para quererlo como si fuese suyo propio y para siempre.
-¡Ahora sí, entonces me eligieron a mí!
-No, cariño. Los papeles que pedían eran numerosos, las exigencias eran muchas, las fueron cumplimentando todas, pero el tiempo iba pasando, y aunque cumplían todos los requisitos exigidos para ser papás adoptivos, no había noticias de la adopción, por lo que regresaron a ver al doctor, cada vez con menos esperanzas. Lo intentaron una y otra vez. Lloraron, sufrieron mucho, pero nunca tiraron la toalla. Para ellos eres un niño muy deseado, una bendición. Un día, y cuando menos nadie lo esperaba tras otros tratamientos fallidos, entonces ocurrió.
-¿Ya vine? ¿Tampoco?

-Si, cariño, viniste por fin, mes y medio antes de tiempo. Los dos, tanto tu mamá como tú estuvisteis en peligro, pero al final llegaste y no lo podíamos creer. En realidad eres el producto de un milagro, trajiste la alegría a casa de tus papás y de la mía. Tantos años, tantas lágrimas, mi niña qué mal lo pasó… pero estás aquí, querido nieto. Y por todo lo que te aman tus papás y toda la familia tienes que ser bueno y no hacer llorar a tu mamá por tu mal comportamiento.
El niño se quedó pensativo, y después dio un buen tiento al helado. Entonces abrieron la puerta. Era mamá.
-¡Ya llegaste de trabajar, mami! La abuela fue al colegio a buscarme y a hablar con la profesora.
-¿Sí, cariño? ¿Cómo fue la reunión, mamá? –preguntó la mamá a la abuela mientras abrazaba a su hijo.


-Bien, una travesura, nada más. Pero Salvi es un niño bueno y a partir de ahora lo va a ser todavía más. Porque tú no quieres que mamá llore, ¿no es eso?
-No, mamá. Te prometo que voy a ser bueno siempre. Ya lloraste mucho porque yo no venía, y ahora que llegué no es justo que te siga haciendo llorar. Mamá…
-¿Qué, tesoro?
-¿Antes de nacer yo me buscabas tanto que llorabas porque no venía?
-Lloré, pataleé, negué con la cabeza, me enfadé con la vida –le dijo en cuclillas tomando su carita entre las manos-. Pero hubo una cosa que nunca hice.
-¿Y qué fue?
-Perder la esperanza y la ilusión. Por eso viniste finalmente. Años antes de que nacieras, ya te queríamos con locura. Eres un sueño cumplido.
-Yo también os quiero mucho mamá –dijo el niño abrazándose a ella tiernamente-. Y te prometo que voy a ser bueno. No quiero que lloréis más por mí. No sería justo.
La abuela guiñó un ojo a la mamá, que sonrió mientras seguía abrazando a su querido niño, que tanto había demorado su llegada.
Y es que en aquella familia la esperanza y la ilusión tenían un nombre: Salvador.


Dedicado a ti, querida Líber, y a tu muy amado nieto recién nacido y sobre todo al coraje y la determinación de sus padres, valientes y decididos hasta el final. La felicidad llegó por fin. Disfrutadla.





La ilusión se llama Salvador de Susana Villar está subjecta a una licència de Reconoixement 4.0 Internacional de Creative Commons



2 comentarios:

  1. Las lagrimas son cosa buena cuando vienen preñadas de agradecimiento, asi como lo has descripto y relatado solo como tu' puedes hacerlo fue una larga historia de 16 años, durisima, dolorosa y con un milagro llamado Salvador que ahora nos colma la vida. Graccias mi Su querida, GRACIAS por tu pluma, comprension y AMOR!!!!! Eternamente mi anam-cara! Te quiero y por fortuna lo sabes, lo sabemos! Liber, Abu Liber.

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  2. No, gracias a ti por todos estos años en los que te has convertido en parte importante de mi vida, tus esperanzas las hice mías. Ahora todo ha culminado felizmente... ¡A disfrutar de ese niño! ¡Y cuidadín, que enseguida se acostumbran al brazo!Océanos de amor.:D

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