Regreso con una nueva historia en este recién comenzado 2016, que no ha empezado muy bien. En cuestión de una semana dos referentes musicales se han ido para siempre: el cañero e inigualable Lemmy Kilmister y mi muy valorado y muy querido David Bowie. Mi sensibilidad está a flor de piel, y mi cuento de esta semana no podía dejar esta circunstancia sin mención. Mi homenaje a ellos. Nos veremos, chicos.
David
Un joven.
Una ventana.
Una estrella.
Una luz.
Una nave.
Una puerta.
Un ser.
Una ventana reveladora.
Una estrella resplandeciente.
Una luz viajera.
Una nave aterrizada.
Una puerta abierta.
Un ser brillante.
Un joven asustado con la boca abierta.
Una ventana reveladora batiendo las contras.
Una estrella resplandeciente que se acerca en
silencio.
Una luz viajera que surge de la nave.
Una nave aterrizada en pleno campo.
Una puerta abierta que muestra una luz cegadora.
Un
ser brillante desciende de la nave.
-David.
Debes regresar. Venimos a buscarte.
El joven siguió al ser de luz sin hacerse
esperar, apenas tenía 69 años.
El mundo cayó en la oscuridad y las lágrimas mientras la nave regresaba al
éter sin conceder despedidas.
El
joven regresó a donde había venido. A las estrellas.
-¿Es aquella estrella de allí, papá?
-Sí cariño, aquella es la estrella de David
–respondió el padre, sin poder reprimir una lágrima.
A
David Bowie, uno de mis padres musicales y fuente de constante inspiración, al
día siguiente de su muerte, acaecida el 10 de enero de 2016. Te echaremos mucho
de menos en esta tierra tan escasa de genios como el tuyo. Feliz viaje, hombre
de las estrellas.
David de Susana Villar està subjecta a una llicència de Reconeixement 4.0 Internacional de Creative Commons
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