¡Solos!
Los jóvenes, que llevaban varios meses
encerrados en una casa provista de cámaras por todas partes, vieron como las
puertas se abrían. Nadie les dijo nada, ni de quedarse, ni de salir. Hacía
varios días que notaban que algo extraño había sucedido, pues nadie del
programa se había puesto en contacto con ellos, cuando antes el trato con la
organización era diario. Como decía, las puertas se abrieron solas. Salieron un
poco extrañados.
Lo que vieron fuera les dejó sin habla.
El pueblo en el que se enclavaba la casa se encontraba inusualmente vacío. Calles sin coches, aceras desiertas, tiendas cerradas. Algunas casas se
encontraban en un estado ruinoso, mientras las numerosas aves que solían surcar
los cielos de aquella región habían desaparecido. Llamaron a la puerta de una
de las casas. Nadie respondió. Se dirigieron a la plaza del ayuntamiento.
Nadie. La Casa Consistorial cerrada. Ninguna bandera culebreaba en el balcón
principal. Allí se encontraba la comisaría de policía. Entraron para informarse
de lo que estaba sucediendo. Nadie, las luces apagadas, los calabozos abiertos.
Ningún policía, ni siquiera uno para recoger llamadas de urgencia. La Casa de Salud
aledaña. Entraron. Nadie tampoco, ni celadores, ni gente, ni colas en la
consulta del médico. Algo extraño había sucedido y no sabían qué era. Ni un
alma, ni vivo ni muerto.
Coches aparcados. Abrieron uno y lo puentearon.
Decidieron regresar a Madrid. No disponían de teléfonos móviles. En el interior
del coche había uno, pero no funcionaba.
Condujeron hasta la capital, y durante
el trayecto no se cruzaron ni vieron ni les rebasó ningún vehículo, lo que les
extrañó tovadía más. Al ir transitando por la autopista de entrada a Madrid
viniendo de Segovia, divisaron el skyline
de la ciudad. Las torres Kio destacaban a lo lejos y otros rascacielos en
construcción arañaban el azul celeste. Sin embargo algo no iba bien, lo que
vieron les obligó a parar el coche en el arcen y bajarse. No dudaron en hacerlo
aunque estaba prohibido, pero al verse solos, no dudaron.
El perfil de la ciudad mostraba esos
rascacielos destruidos, echando humo. De hecho multitud de volutas de humo
salían desde diferentes puntos de la ciudad. Algo horrible habia destruido la
ciudad, y ellos habían permanecido al margen de todo en aquella casa, en aquel
estúpido concurso.
Llegaron a la ciudad. Nadie. Vacía. El
holocausto nuclear había hecho acto de presencia, por fin. Se fijaron en un
kiosko de prensa. Los periódicos que allí se exhibían tenían fecha de dos semanas atrás,
justo cuando la vida abandonó a los humanos. Según las portadas, la debacle fue
mundial. Los que habían podido habían huido a refugios subterráneos, los demás
habían muerto, pero, curiosamente esas bombas atómicas tenían el poder de
desintegrar los cuerpos y su indumentaria en cuanto la radiación les alcanzaba.
Por la calle sólo quedaban sus pendientes, anillos y demás abalorios tirados
donde probablemente habían caído los cuerpos, pues unas manchas negruzcas como
de hogueras apagadas teñían las aceras alrededor de las joyas caídas. Todo se
desintegraba, y solo permanecían los componentes metálicos, los bolsos de piel
también desaparecían. Las aceras estaban llenas de joyas y monedas, que nadie
podría lucir o gastar jamás.
Se asustaron. Miraron alrededor. No
tenían a quién preguntar. Madrid vacía como nunca. La Castellana, la Gran Vía,
la calle de Alcalá sin coches, sin gente, los árboles quemados.
La escena que Dante hubiera descrito
como la antesala misma de su infierno.
Finalmente, el mundo se había acabado,
con sus miserias y sus inmundicias. El dolor había desaparecido. Pero la
felicidad potencial no. Quedaban dos chicos y tres chicas que se habían topado
con ese cambio de golpe, sin estar previamente preparados para ello. Ellos
tendrían en adelante la misión de colonizar el mundo. Un mundo repoblado por
participantes y seguidores habituales de realities.
El futuro de la humanidad en manos de esas mentes empequeñecidas y ahora de
vuelta a las cavernas, sin últimas tecnologías, sin luz, sin las comodidades
propias del siglo en el que se encontraban.
Y sin embargo, al día siguiente
volvería a salir el sol.
(Dedicado a todas esas mentes enfermas
que están buscando denodadamente este final: políticos corruptos y sus aliados,
empresarios que buscan el beneficio por encima de todo y de todos, predicadores
apocalípticos que se frotan las manos ante la posibilidad de negocio, terroristas
y fanáticos a los solo les mueve el afán de dinero y poder, y tantos otros buitres
que saben sacar provecho de la desgracia ajena… Dedicado también a esos
científicos que buscan la forma de salir de este planeta hacia un lugar seguro
en el que empezar de nuevo… para que haya una vía de escape cuando esto llegue,
que llegará, intuyo, pues lo que sobran son estúpidos dispuestos a pulsar el
botón.)
¡Solos! de Susana Villar està subjecta a una llicència de Reconeixement 4.0 Internacional de Creative Commons
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