Nicholas Winton, un ángel en la sombra
-Sentaos,
queridos bisnietos, hoy me siento disgustada. Ha fallecido alguien a quien
quería y se lo debo todo.
-¿Quién
es? ¿Alguien famoso, bisabuela?
-No,
Jack. No era famoso, pero hizo por el mundo más que muchos famosos.
-¡Cuéntanos,
bisa! –exclamaron los tres niños a un tiempo, curiosos.
-De
acuerdo. Corría el año 1938, y estaba a punto de estallar de la Segunda Guerra
Mundial. Nosotros vivíamos entonces cerca de Praga, en un campamento de
refugiados. Nos habían obligado a dejar nuestra casa de Praga para encerrarnos
en ese horrible lugar, sin agua corriente ni luz, sin colegio, sin nada.
-¿De
refugiados? ¿Qué es eso, bisabuela?
-Pues
era un lugar en el que vivíamos encerrados sin poder salir de ciertos límites,
hoy a ese tipo de sitios se les llama guetos, sin más. Como éramos judíos nos
tenían así, y en muchos casos, pasando hambre. En un momento dado empezaron a
deportar gente a campos de concentración, y nos llegaban rumores de que en esos
lugares mataban a la gente sin piedad, a todos, a hombres, mujeres y niños de
toda edad y condición. Nos asustamos. Pero, un ángel surgió de la nada. Mi
madre, hasta que nos encerraron en aquel campamento, había trabajado de ama de
llaves en casa de un rico potentado checo que quería mucho a toda nuestra
familia. Un día el potentado fue a visitarnos le contó a vuestra tatarabuela
que había un plan para deportar a todo el mundo de ese campamento a un campo de
exterminio, él no se andaba con eufemismos, siempre hablaba claro. Nos asustamos mucho mis tres
hermanos y yo, que era la pequeña. Y era cierto, la gente de los barracones de
al lado del nuestro fueron sacados con lo puesto una noche, encañonados y
metidos en trenes hacia uno de esos campos. Pero nuestro amigo conocía a
alguien que estaba intentando que al menos los niños se salvaran, se llamaba Operación Kindertransport. Y ahí fue
donde entramos mis hermanos y yo. Era un militar inglés de la Royal Air Force
que había decidido hacer algo, se llamaba Nicholas Winton. Tenía una oficina en
plena ciudad de Praga, a la que no podíamos ir, pero nuestro amigo el potentado
nos ayudó a realizar los trámites. Nos pidió fotos y los datos personales para
empezar a tramitar nuestra salida del país por Holanda destino Inglaterra. La
única condición era pagar 50 libras para cubrir los costes de una eventual
repatriación. Nosotros no teníamos dinero, pero el señor Winton organizó una
colecta en Inglaterra y así pudo costear ese gasto. La gente en Inglaterra fue
muy solidaria, donaron el dinero y además ofrecieron sus casas y sus familias
para acoger a todos los niños que llegáramos y por eso en agradecimiento nunca
quise irme de aquí. Este se convirtió en mi país y esta gente en mi familia. De
mis padres nunca supimos… solo que los deportaron unos días después, según nos
contó el propio Winton. Supongo que los matarían en uno de esos malditos
campos.
-¿Y
cómo vinisteis?
-En
tren hasta Holanda y de ahí en barco hasta Londres. Fue un viaje largo, pero
estábamos tan excitados con la idea de empezar una nueva vida y libre en
Londres que no nos cansamos mucho. Yo no perdí detalle de todo el paisaje,
aquellas dos noches no dormí. Llegamos sin novedad, estuvimos en un centro de bienvenida
que Nicholas Winton había abierto para recibirnos y atendernos a nuestra
llegada y a los dos días ya teníamos familia de acogida.
-¿Es la
misma familia Williams?
-La
misma de los que lleváis los apellidos.
-¿Y
pudo salvar a muchos niños?
-A 669
niños. Somos muchos los que le debemos la vida. En aquellos tiempos al
emprender tan heroica tarea él también puso en riesgo la suya.
-¡Pero
nadie lo conoce!
-Porque
así de injusta es la vida con algunas personas. Sin embargo hoy hay cientos y
tal vez miles de personas que se lo deben todo. Y tuvo una vida larga, 106
años. Fue su recompensa, eso y que la reina lo nombrase sir. Yo le lloraré siempre.
-¿Llegaste
a hablar con él?
-Claro,
en realidad su empresa la llevaban él, un amigo suyo y unos pocos voluntarios. Hace
unos pocos años salimos en la tele para agradecerle unos pocos supervivientes
sus desvelos por nosotros en aquellos tiempos. Le dimos una gran sorpresa, no
lo esperaba. Lloraba, qué grande. Era una buena persona, decía que se le rompía
el alma al ver cómo vivíamos en aquel campamento. Seguro que hoy hay mucha
gente entristecida.
-Bueno
–dijo la niña-. No estés triste, bisa. Ya vivió mucho, y seguirá viviendo en
los corazones de los niños a los que salvó y que hoy son estupendos bisabuelos
como tú, y también en los de sus descendientes. Su memoria no morirá.
-Claro
pequeña, tienes razón –dijo la bisabuela mientras miraba hacia el cielo y su
agradecimiento se escapaba de sus ojos en forma de lágrima.
Sir Nicholas
Winton (Hampstead, Londres, GB, 19 de mayo de 1909- Slough, Berkshire, GB, 1 de
julio de 2015). Un grande y desconocido de la historia. Tal vez dentro de unos
años sepamos de otros Nicholas Winton que trabajan ahora mismo por los niños
sirios o los que sufren en otras guerras. Sin conocer a estos héroes de
nuestros días, va por ellos. Y por sir Nicholas Winton, of course.
Nicholas Winton, un ángel en la sombra de Susana Villar está subjecta a una licència de Reconoixement 4.0 Internacional de Creative Commons
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