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miércoles, 19 de octubre de 2016

Nunca más



NUNCA MÁS
(Inspirado en hechos reales)






-¡Mamá, mamá, ven! ¡Tengo miedo!
-¿Qué ocurre Gabrielito? –contestó la madre apresurada en pos de su hijo pequeño, de apenas cinco años, que lloraba desconsolado.
-Unos señores muy malos querían que tú te murieras.
-¿Qué yo muriera? ¿Y por qué iban a querer eso? Nunca he molestado a nadie, ni tengo deudas con nadie.
-Pues hay tres señores que querían que te pasase algo malo. El primero es como unos que a veces salen en la tele con vestidos negros brillantes hasta los pies y sombreros raros. El que yo vi tiene gafas y está siempre diciendo a otros señores dónde tienen que vivir, si en una casa o en la cárcel.
La madre palideció. Pensó que su niño no se había dado cuenta de los malos tratos ya casi olvidados a que fue sometida por su ex pareja, pero ese sueño evidenciaba otra cosa. Aún así no intervino y dejó que su hijo siguiese hablando.
-Los otros dos son papá y su amigo. Soñé que papá y ese amigo suyo te secuestraban, te llevaban a otro pueblo y allí te tapaban la boca y te ponían una media en la cabeza, después te pegaban. Luego te dejaban tirada en un camino sin ropa. Yo estaba por allí pero no podía ayudarte, porque soy pequeño y porque en ese sueño yo veía lo que pasaba pero no podía meterme.

La joven madre salió llorosa de la habitación. Se apoyó contra la pared mientras una lágrima pugnaba por abandonar sus bellos ojos. Se trataba de la película completa de lo que había sufrido hacía poco tiempo. Aquello había finalizado con la muerte de su ex, propiciada por él mismo en una reyerta por un asunto de drogas, pero la realidad le decía que su hijo sabía mucho, conocía demasiados detalles del caso para su edad. Tal vez necesitase terapia. Lo consultaría.

Se secó las lágrimas, respiró profundamente y entró de nuevo en la habitación del niño. Sea como fuere, debía mostrar fortaleza ante su retoño.
-¿Te sientes mejor ya, hijo? Solo fue una pesadilla, ya ves que estoy aquí, y estoy  bien. Solo fue un mal sueño, mi vida. Trata de dormir –decía ella mientras mecía a su niño y se tragaba las lágrimas.

Dedicado a todas las víctimas de violencia de género, mujeres, hijos y hombres que también sufren este dolor en el que debería ser su refugio y ante las personas que supuestamente deberían amarlas.

Que sirva también como vergüenza y escarnio público de todos los que infligen ese dolor a quienes un día dijeron amar. La sociedad les condena y les aparta. En realidad están solos. Y también para los jueces, para que restauren esa seguridad jurídica que la ciudadanía demanda, para que esta lacra un día sea historia.
Siempre con las víctimas. 




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