NUNCA
MÁS
(Inspirado
en hechos reales)
-¡Mamá, mamá, ven! ¡Tengo miedo!
-¿Qué ocurre Gabrielito? –contestó la madre
apresurada en pos de su hijo pequeño, de apenas cinco años, que lloraba
desconsolado.
-Unos señores muy malos querían que tú te
murieras.
-¿Qué yo muriera? ¿Y por qué iban a querer eso?
Nunca he molestado a nadie, ni tengo deudas con nadie.
-Pues
hay tres señores que querían que te pasase algo malo. El primero es como unos
que a veces salen en la tele con vestidos negros brillantes hasta los pies y sombreros
raros. El que yo vi tiene gafas y está siempre diciendo a otros señores dónde
tienen que vivir, si en una casa o en la cárcel.
-Los
otros dos son papá y su amigo. Soñé que papá y ese amigo suyo te secuestraban,
te llevaban a otro pueblo y allí te tapaban la boca y te ponían una media en la
cabeza, después te pegaban. Luego te dejaban tirada en un camino sin ropa. Yo estaba por allí pero no podía ayudarte, porque soy
pequeño y porque en ese sueño yo veía lo que pasaba pero no podía meterme.
La joven madre salió llorosa de la habitación. Se apoyó contra la pared mientras una lágrima pugnaba por abandonar sus bellos ojos. Se trataba de la película completa de lo que había sufrido hacía poco tiempo. Aquello había finalizado con la muerte de su ex, propiciada por él mismo en una reyerta por un asunto de drogas, pero la realidad le decía que su hijo sabía mucho, conocía demasiados detalles del caso para su edad. Tal vez necesitase terapia. Lo consultaría.
Se secó las lágrimas, respiró profundamente y entró de nuevo en la habitación del niño. Sea como fuere, debía mostrar fortaleza ante su retoño.
La joven madre salió llorosa de la habitación. Se apoyó contra la pared mientras una lágrima pugnaba por abandonar sus bellos ojos. Se trataba de la película completa de lo que había sufrido hacía poco tiempo. Aquello había finalizado con la muerte de su ex, propiciada por él mismo en una reyerta por un asunto de drogas, pero la realidad le decía que su hijo sabía mucho, conocía demasiados detalles del caso para su edad. Tal vez necesitase terapia. Lo consultaría.
Se secó las lágrimas, respiró profundamente y entró de nuevo en la habitación del niño. Sea como fuere, debía mostrar fortaleza ante su retoño.
-¿Te
sientes mejor ya, hijo? Solo fue una pesadilla, ya ves que estoy aquí, y
estoy bien. Solo fue un mal sueño, mi
vida. Trata de dormir –decía ella mientras mecía a su niño y se tragaba las
lágrimas.
Dedicado a todas las víctimas de violencia de género, mujeres, hijos y hombres que también sufren este dolor en el que debería ser su refugio y ante las personas que supuestamente deberían amarlas.
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