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jueves, 11 de febrero de 2016

Entre las ruinas



ENTRE LAS RUINAS

    

          Tras el bombardeo, la ciudad se quedó extrañamente muda. A lo lejos se veían columnas de humo que, como volutas procedentes de enormes cigarros que nadie estaba fumando, se elevaban hacia las alturas para diluirse en el espacio.
        El aspecto de la ciudad era devastador. Antes, sus numerosas calles flanqueadas por bellos edificios art-decó destacaban en cientos de guías turísticas impresas de todo el mundo, pero que en apenas unas horas se habían venido abajo, y ya no quedaban más que ingentes moles de piedra derrumbadas, restos de arte decadente que no tendrían continuidad, más que en la propia memoria de los supervivientes.



            Y esa era la cuestión. Recorrí cientos de metros desde mi derruida casa para intentar recuperar el contacto con mi familia y amigos, pero en el lapso de tiempo que utilicé en buscarlos, no me crucé con nadie. Ni un alma, ni un herido, ni un cadáver que ilustrase el horror vivido pocos momentos antes. Estaba sola, y, en efecto nunca antes había yo experimentado tal sensación en medio de la calle de una gran ciudad. Una sensación que sobrecogía. 



            Avancé, y pude vislumbrar cerca un edificio que me era muy familiar: era el Centro de Asuntos Sociales del barrio, en el cual yo trabajaba llevando el tema administrativo. Apreté el paso: tal vez allí encontrase a alguien con quien aliarme para buscar a los nuestros. Llegué a la puerta, que estaba abierta, aunque se podía acceder al edificio a través de los muros caídos. El edificio carecía de techumbre, los cascotes estaban por todas partes, y, sin pensarlo dos veces, entré.
      Y allí estaba él. Mi él. Mi compañero de años. Corrimos el  uno a los brazos del    otro, y nos fundimos en un interminable beso, sobre el sofá cubierto de polvo que aún permanecía en el centro de la sala deespera, y ese beso consiguió que, por unos instantes, olvidásemosque nos rodeaba la muerte y la devastación, y que, al reencontrarnos, el futuro era posible. 



            Aquel sofá significaba esperanza.
        
          Para todos aquellos que por causa de la guerra lo han perdido todo excepto su dignidad y la esperanza de seguir viviendo.




 


   Entre las ruinas de Susana Villar està subjecta a una llicència de Reconeixement 4.0 Internacional de Creative Commons




1 comentario:

  1. Bueno, gracias por tus palabras, aunque más que artículos son cuentos, pura invención. Tendré en cuenta tu sugerencia, muchas gracias.

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