Sheridan
de Attawapiskat
(Una
realidad incómoda)
-¡Shery, Shery, no! ¿Por qué?
–La madre de la niña lloraba por la decisión de su hija.
-Nosotros vivimos mal. Somos
una comunidad indígena del norte de Canadá, en Ontario, a 1600kms de Toronto
–dijo el jefe de la reserva al periodista que se acercó al pueblo ante la
noticia del suicidio de Sheridan-. Aquí el paro es del 70%. Mira cómo vivimos,
en barracas, en remolques, en tiendas de campaña. No tenemos calefacción, ni
agua corriente, ni luz. Los que no desean suicidarse se mueren de frío. Los
demás beben en demasía y toman drogas para sobrellevar esta realidad tan dura.
En invierno el pueblo queda aislado y solo se puede llegar volando.
-¿Cree que los diferentes
gobiernos pecan de racismo hacia ustedes?
-No solo lo creo, lo afirmo,
para vergüenza de un país que vive en la opulencia, pero que deja morir a sus
indígenas. Sin embargo, a solo 90 kilómetros hay riqueza. Una mina de diamantes
cuyos beneficios no se perciben aquí. Son recursos de la tierra que alguien
decide llevarse sin dejar su impronta en la población en la que se encuentran.
Los servicios públicos son mínimos, la educación menos que eso. Pero los niños
siguen naciendo a pesar de todo, y la desesperación es tal, que cuando van
creciendo y tomando conciencia de esta realidad tan descorazonadora, una sola
idea les atenaza: la del suicidio. Se ha registrado varios intentos de suicidio
colectivo, pero para las autoridades todo ello se queda en mera anécdota de
barra de bar.
-¿Nada ha cambiado en los últimos
100 años?
-Nada. Parece que para
nosotros solo la muerte es la solución. Por eso tenemos tan alta la tasa de
intentos de suicidio. Es lo único floreciente en esta bendita tierra.
Como decía, una madre lloraba
desconsolada. Su hija se había quitado la vida. Tenía 13 años. Era el mes de
octubre de 2015.
Cuando concluyeron las
exequias, se celebró una reunión urgente del jefe de la reserva y sus
colaboradores. De ella salió una carta extrapolable a la situación general de
las reservas indígenas en América del Norte, que el periodista se llevó para
publicar en su periódico:
“Soñábamos con vivir en
libertad, pero vosotros habéis llegado para evitarlo. Nos habéis robado la
tierra, os lleváis nuestros recursos mientras el pueblo languidece y solo
piensa en una solución como posible: el suicidio. Esa es nuestra realidad.
Nuestros niños se quitan la vida, y los que no lo consiguen lo intentan hasta
lograrlo. Queréis nuestro exterminio y no os falta mucho para conseguirlo,
apenas quedamos un par de miles para dejar testimonio de vuestras verdaderas
intenciones. Sin recursos, sin educación, sin la tierra que nos legaron
nuestros antepasados, no hay esperanza para nosotros. No tenemos nada que
agradeceros”.
El periodista se marchó, y
escribió un artículo que removió conciencias y arrancó lágrimas. Decía, entre
otras cosas, que más de cien personas han intentado quitarse la vida en los
últimos tiempos en Attawapiskat. En Canadá, país que desde Europa vemos como
símbolo de paz y prosperidad, hay gente muriendo de desesperación.
Dedicado a Sheridan, la pequeña
cuya esperanza se diluyó en la nada, para vergüenza de políticos cuya
ineficacia e inacción son directamente culpables de la tragedia de esta niña y
de su pueblo.
Cridisima realidad que nos azota, y negamos desde un mundo capitalista y deshumanizado. El mundo nos duele en cada poro de nuestra piel. Abramos los ojos! Bien Su!!!!!!!
ResponderEliminarGracias guapa. Me parece que dar visibilidad a temas sociales como este es responsabilidad de los que escribimos, así que no dejaré de hacerlo. Gracias por comentar.
ResponderEliminar